jueves, 2 de marzo de 2017

RELACIONES INTERGENERACIONALES. (Envejecimiento y flia II)








   *   Gustavo J. Pérez Zabatta  . 


  "Los que en realidad aman la vida,  son aquellos que están envejeciendo. Sófocles"

En este texto, nos proponemos seguir pensando sobre el proceso de “vejeces” y familia, siguiendo nuestro artículo "Envejecimiento y Familia. Parte I". Ahora, vamos a trabajar especialmente los conceptos de relaciones intergeneracionales, sus implicaciones, pero también sus marchas y contramarchas.   
La soledad en general, suele ser un tránsito duro y difícil. ¿Quién no se ha sentido sólo alguna vez? Incluso estando acompañado, porque la soledad no implica no tener a nadie a nuestro alrededor. La soledad de la que hablamos, tiene una dimensión existencial más profunda y, podríamos decir, muchos destinos.    
¿La soledad porqué y para qué? La soledad como elección. La soledad como alternativa última. La soledad como destino final.
 Nacemos solos, porque nadie nace con nosotros. Aún si el parto es gemelar o mellizos, nacemos de uno en uno. Y finalmente también, morimos solos. Nadie muere con nosotros. Esos instantes, son momentos únicos e irrepetibles en nuestra existencia ontológica.

Pero somos seres sociales y vamos por el mundo, conformando vínculos, que, de alguna manera, satisfagan nuestras necesidades, bajen nuestra angustia, pero posibiliten la vida.

Dentro de esa trama vincular, las relaciones de pares son frecuentes, al igual que las relaciones intergeneracionales, dónde, dos o más personas de distintas generaciones, conviven en un mismo tiempo, tejiendo vínculos que se entrelazan con otros y otros, conformando una red que, da sostén y soporte a nuestras vidas.

Como cualquier tipo de relación, las relaciones intergeneracionales pueden o no ser gratificantes. Están mediadas por las circunstancias, los contextos, las vueltas de la vida. Pero siempre resultan necesarias, porque no somos seres aislados, estamos insertos en sociedades y tenemos a esta “sociedad”, a este afuera, internalizado. Es lo que con muy buen criterio el Dr. Enrique Pichón Rivière denominó Grupo Interno. Ya el Dr. José Bleger, - discípulo de Pichón, nos instaba a superar las falsas antinomias en Psicología como Individuo – Sociedad, Naturaleza – Cultura y otros, con muy buen criterio.

Pero la necesidad de las relaciones intergeneracionales tal vez, se hacen más evidentes y necesarias en la vejez, en la tercera edad. También lo fueron imprescindibles cuando fuimos niños y adolescentes. Porque su importancia en nuestro desarrollo personal, social, emocional y espiritual es clave y es, en el contexto familiar, dónde éstas alcanzan su cumbre, se satisfacen. Pero también su declive. A veces.
   Ya hemos visto la importancia que la familia tiene para nuestros adultos mayores. El rol decisivo que la familia cumple en cuanto a cuidados y asistencia de ancianos, especialmente cuando estamos ante una situación de dependencia, vulnerabilidad. No obstante, debemos acordar que la familia no brinda sólo cuidados al adulto mayor. También transmite sentimientos de pertenencia y seguridad. Su carencia, aumenta en forma notoria las posibilidades de que nuestro adulto mayor, sufra todo tipo de desajustes, con expresiones tanto a nivel biológico, cuanto afectivo, psicológico y social.
   Para un niño, una sana comunicación familiar, propiciada por los adultos, padres y abuelos, expande sus horizontes y le abre posibilidades en sus contextos más frecuentes: la escuela, grupos de pares, clubes. En el adulto mayor, la comunicación familiar, disipa temores, reafirma la autoestima y compensa situaciones de decremento que son propios del proceso de envejecimiento, normales para la edad, pero que sus consecuencias varían, de acuerdo a la posición en que el adulto mayor, se encuentre frente a su familia y su entorno.
   Hoy, contamos con abuelos cada vez más jóvenes y bisabuelos cada vez más frecuentes, lo cual posibilita que las relaciones entre abuelos y nietos, resulte de una intensa significación. Un abuelo por lo general enriquece el contexto familiar, participando activamente en la dinámica del niño que crece en esa familia. Esto le proporciona tanto al niño como al anciano, un mundo de aprendizaje y afectividad que era impensado no muchas décadas atrás.
   Hoy en día encontramos muchos abuelos, con nietos a cargo, dado que los padres trabajan y deben ausentarse buena parte de la jornada. Muchas veces estas situaciones se producen en exceso, tanto por parte de los padres de los niños, que abusan de la “obligación” de los abuelos en el cuidado de los niños, cuanto por parte de los abuelos, que frente a la ausencia no sólo física sino funcional de los padres, toman atribuciones respecto al tipo de educación y vida social que deben a su criterio, llevar estos niños.
Este contacto continuo y cercano por parte de los abuelos con los nietos, en situación de “normalidad”, produce un enriquecimiento a dos vías para ambas generaciones. Los abuelos en general suelen aportar ternura, serenidad, calma y desasosiego, tiempo y escucha, frente a padres que, en la obligación de procurar el sostén económico, suelen delegar esta tarea.
Existen lo que se llama Programas de Relaciones Intergeneracionales, que exceden la relación abuelos – nietos. Son programas públicos y / o privados, que realicen escuelas, ONG, el Estado, otros, entre adultos mayores y niños/as, que no los ligan lazos de sangre, pero que, sin embargo, reciben de éstos el mismo afecto y cariño que abuelos consanguíneos, sino más, y de los niños a ellos, en justa correspondencia.
   A modo de ejemplo, citamos el caso de un Programa Intergeneracional, “Hacer del patio del colegio un espacio de juegos intergeneracionales. “Esta iniciativa se enmarca en un programa intergeneracional conjunto que desarrollan el colegio público de Educación Infantil y Primaria San Ignacio de Algorta y el centro de día Igurco Aiboa de Getxo, puesto en marcha en el anterior curso académico y que en la actualidad ocupa a escolares de sexto curso de Educación Primaria, con edades entre los once y los doce años.”  Y es así cómo las relaciones intergeneracionales, no se agotan y limitan al contexto familiar, sino que podemos encontrar innumerables ejemplos, muchos de ellos exitosos, dónde estos programas, no sólo benefician a los adultos mayores, sino que todas las generaciones que intervienen resultan beneficiadas.   Es muy importante, que eduquemos a nuestros jóvenes en el diálogo con los adultos mayores y viceversa. El resultado, serán generaciones dónde se habrán compensado carencias y se habrá reducido el conflicto social.   

A modo de ejemplificar, mencionaremos un caso dónde, de manera injusta e impune se obstruye el vínculo entre abuelos y sus nietos.   Los protagonistas de esta historia son F.R y A.D., dos abuelos octogenarios y sus dos nietos, quienes tienen hoy, al momento de escribir este artículo, apenas 10 años y 7 años, respectivamente.
   Estos abuelos de lunes a jueves, se encargaban de cuidar a sus nietos, los mediodías los iban a buscar al colegio y al jardín respectivamente, proceder dentro del sistema familiar, que se dio asi desde muy temprana epoca para facilitar la funcionalidad de dicho sistema dada la disponbilidad laboral de los padres de los niños.    Los cuatro, nietos y abuelos, desarrollaban en plena armonia, mencionada por ellos mismos, las actividades cotidianas: los abuelos les daban de comer, jugaban con ellos, hacían las tareas escolares, pasaban toda la tarde juntos hasta que legara la hora en que su madre, generalmente, los recogia.  La sensacion manifiesta por cada uno era de sentirse felices, y en el caso de los abuelos, felices y necesarios al poder tener cerca a sus nietos y ayudar a los padres de los mismos. 
 Pasado el tiempo, ante la separacion de los padres de estos niños se presenta un proceso judicial donde aparecen cuestiones economicas, ejercicio de presiones y de falsas denuncias en un Juzgado de Familia de la Provincia de Buenos Aires. A partir de allí, esos niños no sólo no han podido estar con su padre, tampoco pudieron estar más con sus abuelos. El hecho que la denuncia  era contra el padre. ¿Qué tenían que ver los abuelos? Incluso los mismos niños,  en el Juzgado,  manifestaban querer estar con ellos. 
    Sin tener en cuenta la palabra de los niños, por decision unilateral  no sólo pierden  todo vínculo con su papá sino también con sus abuelos. No obstante, luego de una ardua y extensa lucha tras una presentación judicial, - un año después de la misma -, la abuela logra un régimen de visita informal. Verían a sus nietos, cada cinco días durante dos horas, en un espacio abierto y publico (shopping).  
    Durante algunos meses esos dos abuelos, mayores de ochenta años, con frío, calor, viento, lluvia, o la condición que fuera, cada quince días, "veían" a sus nietos.    
Por su parte, la madre de los chicos, empleando una estrategia deliberada de obstrucción, buscó todas las maneras posibles de “destruir” ese régimen de visita informal. Argumentando que los niños se “aburrían”, llevaban amiguitos de los menores para que, estos abuelos de más de ochenta años tuvieran también que cuidar de ellos. Esto lo hizo desde inicio del régimen de visita y, el Juzgado había acordado las visitas precisamente porque los niños querían ver a sus abuelos. 
    Imagínemos ahora dos personas mayores en un shopping con cuatro, cinco niños corriendo por alli, queriendo ir a los juegos, aquí, allá y, con la responsabilidad que eso comportaba no sólo para con sus propios nietos, sino también tener que cuidar a sus amiguitos; sumado a esto, los gastos en que estos abuelos incurrían: alimentación, casa de comida rápida, juegos electrónicos, golosinas, etc. Demasiado para dos jubilados que sólo ganaban una jubilación mínima, que tomaban el colectivo para ir a ver a sus nietos, incluso A.D (el abuelo) refiere que se ha presentado enfermo con fiebre, para no perder esas dos miseras horas cada quince días.    Ante esta situacion, manifiestan que sí querían estar con sus nietos, pero sin amiguitos; ante lo cual la madre de los chicos (abogada, no es un dato menor) realiza una presentación judicial exponiendo que los niños no deseaban ver a sus abuelos. Contradiciendo lo planteado en el inicio del proceso, donde los niños habían manifestado en el juzgado que sí querían ver a sus abuelos y ahora, ¿porque decían que no?  
 En el juzgado nuevamente, sin investigar o tomar medidas adecuadas, se desoye a los mas vulnerables, los ancianos y los niños.  Vulnerabilidad y desproteccion, el resultado: sin régimen de visita provisorio informal. 
 Pasado un año que estos nietos no ven a sus abuelos, y estos a sus nietos. La justicia tardó más de un año en realizar la primera audiencia para establecer un régimen de visita provisorio, al que muy inteligentemente la madre interrumpe obstruyendo el vínculo y la justicia en su ineficacia, acompaña sin tener en cuenta los lazos afectivos y necesarios, que producen, tal como mencianabamos, "un enriquecimiento a dos vías para ambas generaciones".
Estos abuelos ya muy grandes, viven en una gran tristeza. Creemos que esos niños, en su interior, también. Seguramente no se lo explican. No pueden entender. Todos pierden...
 
Esta historia no es un caso aislado. Son miles y miles de casos que a diario se vive hoy en día dónde, por egoísmos, odios, “problemas de los grandes”, niños y abuelos pierden todo contacto con una parte de su familia. Pero, además los niños, pierden para siempre, parte de su identidad que jamás recuperarán. Estos vínculos quebrados, enajenados para siempre, son de muy difícil reparación. Dos viejos, muchos viejos, miles de viejos, mueren de tristeza y dolor. La peor de las enfermedades. Los peores síntomas.


(el presente articulo es parte de los temas a desarrollar en el proximo curso de Psicogerontologia en Campo Vincular Salud)


 *Gustavo J. Pérez Zabatta:  Gerontologo, Psicologo social, Director CESA, Centro de Estudios Sociales Argentino.




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